#BreakingBad. La historia bien contada.

Una de las maravillas que he descubierto este verano ha sido la aplicación de un operador de televisión digital, que descargada en el dispositivo móvil (sea teléfono o tableta) permite la visualización de cualquier serie, documental, programa o película a cualquier hora del día. Televisión a la carta.

Esta herramienta me ha permitido engancharme a una serie considerada como una de las mejores de la historia de la televisión, “Breaking Bad”  -algo así como “Volviéndose malo”-. La serie trata sobre un humilde profesor de química al que le diagnostican una enfermedad inoperable. Para correr con los excesivos gastos de su tratamiento y asegurar el mantenimiento de su familia en ese futuro incierto, no se le ocurre otra cosa mejor que la de dedicarse a la fábrica y tráfico de metanfetamina. Los dos protagonistas, Walter White, el profesor enfermo, y Jesse Pinkman, un ex estudiante, sufren un cambio de actitud a lo largo de la trama.

Si analizamos cuáles son los factores que definen la diferencia entre una buena serie y una mala, me quedo con dos fundamentales: el primero, que la historia, por trepidante o increíble que sea, debe estar bien contada; y el segundo, que la audiencia se identifique con los protagonistas de la serie, porque son creíbles.

Y es que aunque el negocio del Sr. White sea de una maldad infinita, nos identificamos con el profesor, porque lucha y defiende a su familia, valores muy importante entre nosotros, occidentales. Sin embargo, si el Sr. White se transforma en un ser demasiado insensible y maligno, entonces la serie nos brinda otro personaje que nos salva del naufragio, su compañero Jesse, sin duda más humano y compasivo que su jefe, y al que, a pesar de sus defectos, queremos.

No puedo más que trasladar el éxito de esta serie al éxito de una buena comunicación, ese hilo que nos conecta con nuestros interlocutores.  Si no sabemos contar la historia, no hay nada que hacer. Si no sabemos extraer los mensajes importantes, los que de verdad interesan a nuestros interlocutores, y si además, los contamos de una manera aburrida o monótona, y no aparentamos ser personas creíbles y transparentes,  muy difícil será que enganchemos a nuestra audiencia particular.  Por eso, un buen análisis de lo que queremos contar, y la manera para contarlo –una formación de portavoces– es esencial para conectar con nuestros públicos.  Nada como ser los protagonistas de nuestra serie particular.

Por Constanza Ribas, consultora sénior Estudio de Comunicación España. 

 

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