Fake news: armas de desinformación masiva

Con la llegada del nuevo año los deseos afloran y los propósitos de enmienda suelen buscar un hueco para hacerse realidad. 2017 ha sido un año excepcional en múltiples aspectos. Y en el campo del periodismo no iba a ser menos. Si la información es poder, sin duda, su tratamiento es clave para abordar uno de los problemas estrella que se ha agudizado a lo largo del año pasado: la difusión de noticias falsas a través de las redes sociales y su influencia, incluso, en prestigiosos medios de comunicación.

La existencia de los bulos es tan antigua como el surgimiento de las primeras sociedades humanas que ya contaban con gérmenes de sistemas políticos arcaicos. Pero lo que ha cambiado de forma radical en los últimos años es su capacidad para multiplicarse de forma exponencial gracias, precisamente, a la aparición de potentes herramientas de difusión masiva.

La viralidad alcanzada por informaciones sesgadas de parte con evidentes fines espurios que tratan de influir en la Opinión Pública ha saltado las barreras del círculo más íntimo de conocidos, donde en el pasado estaban confinadas, para desbordar el cordón sanitario que tradicionalmente supone la labor de los medios de comunicación, como barrera de contención de la propaganda y paladines de la libertad de expresión.

El reconocimiento de grandes medios informativos internacionales en el sentido de entonar un sincero mea culpa al haber sido víctimas de burdas manipulaciones fotográficas en relación a la crisis de Cataluña o la influencia ejercida desde Rusia en distintos procesos electorales, como los de EE.UU. -que están siendo investigado en estos momentos- Francia, Holanda, Alemania y España, son sólo ejemplos de una tendencia que se barrunta que se encuentra sólo en sus comienzos.

Ante ello, es necesario dotarnos de fórmulas efectivas que contrarresten la influencia de las fake news. Iniciativas comprometidas con su erradicación como las recientemente anunciadas por Google o Facebook son siempre bienvenidas pero se antojan insuficientes si la sociedad en su conjunto no se conciencia de la necesidad de poner en duda todo lo que llega a su teléfono móvil vía redes sociales. Sobre todo si proviene de fuentes desconocidas.

Huelga decir que, en paralelo, es evidente también que los Medios necesitan reforzar su papel de mediadores entre la realidad que analizan a diario y  la sociedad a la que sirven y a la que, sin duda, se deben, aunque vigilando siempre que, en este proceso, no se caiga en la tradicional tentación de ‘matar al mensajero’ y cortar de raíz la frágil flor que es la libertad de expresión.

Por Fernando Geijo, director de Estudio de Comunicación España.

@fergeijo

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