La prueba de la tertulia

Hace unas semanas, Miguel Ángel Fernández Ordoñez, respondía con la siguiente frase a las preguntas de la acusación popular en el caso Bankia: “si yo entiendo que esto lo dices en una tertulia y no se entiende”. Intentaba explicar cómo uno de sus subordinados, que predecía la debacle posterior a la salida a bolsa del banco en una serie de correos internos del Banco de España, podía haber acertado en su pronóstico y a la vez estar equivocado al haber errado en su razonamiento para llegar a esa conclusión.

Independientemente de lo que se piense sobre el fondo del asunto, la frase de MAFO ejemplifica bien uno de los principales retos de la comunicación: transmitir una realidad muchas veces compleja en un contexto que resulta cada vez más hostil ante la complejidad, ante lo “espeso” y, particularmente, ante lo extenso.

No descubro nada nuevo si digo que, entre otras muchas cosas, la revolución digital ha cambiado las pautas de lectura. La ingente cantidad de información y de fuentes, la gratuidad y su influencia en el valor que concedemos a lo que leemos, la competencia de otros formatos como el vídeo, los frenéticos ritmos de vida, los condicionantes técnicos y ergonómicos de la lectura en pantalla y, por supuesto, twitter son algunos de los factores que contribuyen a crear una de tantas paradojas de nuestra era: puede que leamos más que nunca, pero seguramente nunca hemos leído con menos atención.

La lectura de titulares o, en el mejor de los casos, la lectura transversal se ha convertido en la norma. De ahí que algunos medios incorporen un tiempo estimado de lectura para intentar alentar a sus lectores. Y aunque la simplificación y la banalidad de algunas tertulias televisivas no son ninguna novedad, sí que responden bien a las nuevas pautas de consumo de información.

En nuestro trabajo tratamos a menudo con realidades densas y complicadas de transmitir a unos medios y a unos receptores que muchas veces no disponen ni de tiempo ni de espacio para matices y explicaciones amplias. Y es ahí donde reside buena parte de la “magia” que intentamos cada día: en poder condensar sin caer en la simplificación al tiempo que aportamos concreción y “punch” argumental a esas realidades.

Sin embargo, pese a todos nuestros esfuerzos, hay veces que la verdad, bien explicada, requiere de espacio y de tiempo. Hay realidades, en definitiva, que no superarían la “prueba de la tertulia” de la que hablaba el ex gobernador del Banco de España.

J’accuse…! tiene 27.733 caracteres, 4.595 palabras. Fue publicado íntegramente en la portada del diario L’Aurore que vendió, ese 13 de enero de 1898, 300.000 ejemplares. ¿Cómo hubiera podido explicar Zola la verdad sobre el caso Dreyfus en la era de los 140 caracteres? Probablemente tendría que hacerse youtuber.

Por Juan Manuel Bermejo consultor sénior de Estudio de Comunicación España.

@bermejojm

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