Normalmente vengo a trabajar en transporte público, aunque desde hace algún tiempo sufro los retrasos en los horarios habituales de mi autobús. En primavera y en verano, incluso en otoño, esperar en la parada no es desagradable, pero en invierno, tener que estar 20 minutos a expensas del viento y de la lluvia no es plato de buen gusto.
La semana pasada, harta de estas largas esperas (y congelada) decidí preguntar a la compañía de transporte público, vía Twitter, si había algún problema con mi línea. Esperé y esperé la respuesta pero ésta nunca llegó. Un poco enfadada y decepcionada decidí volver a visitar su cuenta para comprobar si era a mí solo a quien habían ignorado o seguían de vacaciones navideñas. Grande fue mi sorpresa cuando vi que sólo habían publicado un Tweet el 11 de enero de 2011 que rezaba: “Aunque nuestra cuenta de Twitter aún no está activa, puedes seguirnos en Facebook (dirección) y en nuestra Web (dirección)”.
Hace un año “aún” no estaba activa la cuenta, ¿qué ha pasado a lo largo de 2011 para que nunca llegara a activarse? No quiero hacer una crítica destructiva de dicha empresa pública, sino hacer un llamamiento para pensar dos veces lo que hacemos antes de meternos en algo que no controlamos y que no va a dar servicio a nadie. Lo que está haciendo esta empresa pública con su cuenta de Twitter es, para que nos entendamos, como si ponemos un teléfono de atención al cliente pero no una persona que lo conteste.
Si una compañía decide estar presente en las redes sociales, tiene que darles contenido y tiene que destinar recursos para que éstas se mantengan vivas. Si no, haremos el ridículo ante nuestros públicos objetivo. Si cuando actuamos offline pensamos nuestra estrategia, objetivos y acciones, hagamos lo mismo en el mundo 2.0.
