¿Por qué no se aplana la curva?

Una de las principales razones por la que los contagios de COVID 19 no ceden es porque la gente no ha modificado su conducta a pesar del escandaloso número de víctimas que hasta ahora ha arrojado la pandemia. Mucha gente sigue sin usar cubre boca y los festejos masivos y familiares están a la orden del día principalmente en colonias populares.

Lo anterior obedece a que en algunos sectores de la población la percepción de riesgo no ha permeado. Recientemente se publicó una encuesta cuyo resultado revela que, después de cuatro meses de que se declarara en México la fase 2 de la pandemia, uno de cada diez mexicanos no cree en el Coronavirus. Ello ocurre especialmente entre los jóvenes (18 por ciento de ellos comentaron que “no existe o no saben”.

El estudio también destaca que el 18% de la población con educación básica duda de la existencia del virus. Otro de los datos sobresalientes de la encuesta es que 59 por ciento de las personas entrevistadas están preocupadas por el virus. Sin embargo, con la reapertura de actividades (13 junio y el 11 de julio) en el país bajó la movilidad ciudadana de 44 a 37 por ciento, porque la mayoría de las personas no percibe que el país este saliendo de la pandemia: 46 % cree que están creciendo los contagios por Covid-19, el 30 % dice que estamos en el pico y 19 % cree que ya va saliendo la pandemia. La encuesta revela que el 56% utiliza cubre boca en lugares públicos, el 27 % el mayor tiempo, el 10 % lo usa poco o nunca lo usa y 8 % trata de no salir a lugares públicos. Con respecto a que el uso del cubre boca sea obligatorio el 87 % está de acuerdo y 13 % dijo no estar de acuerdo. La credibilidad del gobierno con respecto a la pandemia bajo mucho en el mes de julio. Hay desconcierto. Las informaciones oficiales se contradicen y la conducta de algunos funcionarios, empezando por el Presidente de la República dice de manera subliminal que “no pasa nada” o que “ya domamos la pandemia”.

Estos mensajes inciden más de lo que imaginamos en la evolución de la epidemia, porque los seres humanos contamos con mecanismos que se activan de manera automática para enfrentar aquello que identificamos como perjudicial. El sistema inmunológico conductual funciona con una lógica en la que la prevención, muchas veces predomina ante la razón, ocasionando respuestas distorsionadas en el entorno social.

La exposición constante a información relacionada a la pandemia, ha generado un sinnúmero de nuevas estructuras sociales, económicas y conductuales para hacer frente a las dificultades propias de este escenario. En ese mar complejo de adaptación, el comportamiento humano, así como las respuestas naturales del sistema inmunitario, muestran diferentes matices.

La influencia del sistema inmunológico de conducta varía de un individuo a otro. No todos nos vemos afectados en el mismo grado. Algunas personas tienen un sistema inmune conductual particularmente sensible que les hace reaccionar con demasiada intensidad a las cosas que interpretan como un posible riesgo.

Según varias investigaciones, esas personas ya eran más respetuosas de las normas sociales y más desconfiadas de los extraños que la persona promedio, y una mayor amenaza de una enfermedad simplemente endurece sus posiciones. Según los expertos, nos volvemos más vigilantes moralmente en un brote como el Coronavirus, pero si no estamos conscientes de la amenaza que representa, no modificamos nuestra conducta.

Cuando sentimos temor desarrollamos un conjunto de respuestas psicológicas inconscientes, que Schaller ha denominado el “sistema inmunológico de conducta” (behavioural immune system, en inglés), para que actúen como una primera línea de defensa con el objetivo de reducir nuestro contacto con posibles patógenos.

Dado que los humanos somos una especie social que evolucionó para vivir en grandes grupos, el sistema inmunitario de conducta también modificó las interacciones con las personas para minimizar la propagación de una enfermedad, lo que condujo a una especie de distanciamiento social instintivo.

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Estas respuestas pueden ser bastante duras, ya que nuestros antepasados no habrían entendido las causas específicas de cada enfermedad o la forma en que se transmitieron.

“El sistema inmunológico de conducta funciona con una lógica de ‘más vale prevenir que curar’”, dice Lene Aarøe, de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca.

Esto significa que las respuestas a menudo están fuera de lugar y pueden ser desencadenadas por información equivocada, alterando nuestra toma de decisiones morales y opiniones sobre temas que no tienen nada que ver con la amenaza actual.

Tan nocivo es ser presa del miedo colectivo, que puede expresarse con intolerancia a los demás porque se sienta que no guardan su distancia, que tienen que sanitizarse, que quienes le rodean sean una amenaza porque no usan cubre boca y ello desencadene conductas más agresivas, o decir ‘No pasa nada, de todos modos me voy a morir’, para esconder el miedo; irse de vacaciones, a pesar del Covid-19, como evasión, o pensar que Lo peor no es morir por Covid-19, sino el proceso de enfermarse, contagiar, padecer  y que otro vea morir al ser querido”.

¿Por qué no se aplana la curva?

Autor:

Carlos BonillaSocio Senior Advisor de AB Estudio de Comunicación.

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