Problemas de comunicación

Es habitual oír en boca de políticos de distinto signo, y de algunos directivos empresariales, la afirmación de que “a lo mejor no se han comunicado las cosas lo suficientemente bien”.

Esta fórmula, en sus múltiples variantes (“ha habido un problema de comunicación”, “la gestión fue correcta pero no lo contamos bien”, “no hemos conseguido transmitir el gran esfuerzo realizado”, etc.), abunda en situaciones de crisis como forma de aparentar cierta autocrítica habitualmente poco sincera.

Parece partir de la asunción de que comunicar bien o mal un determinado asunto es un tema menor, un “pecadillo”, comparado con la gestión del tema en sí, que, por supuesto, suele defenderse como acertada e intachable.

Aun comulgando con la rueda de molino que a menudo esconde este tipo de falsa disculpa, no está de más recordar que la comunicación es una responsabilidad fundamental de la que depende una parte importante del éxito global de cualquier institución o empresa y que, por tanto, forma parte de la propia gestión. Por eso, comunicar mal no es un “pecadillo” sino un fracaso que se suma a otros y los magnifica.

Más aún, en un contexto de crisis, la comunicación es una de las labores prioritarias tanto en sus formas más básicas (transmitir la información y las directrices fundamentales a los afectados, por ejemplo) como en su vertiente más corporativa de minimizar los daños a la imagen de la empresa o la institución implicada.  Difícilmente se ha gestionado bien una crisis si se han producido “problemas de comunicación”.

Más allá de su validez, este tipo de afirmaciones plantea preguntas pertinentes sobre la compleja relación entre la comunicación y lo que podríamos llamar el núcleo de la gestión. Del mismo modo que una buena gestión puede comunicarse deficientemente es también posible comunicar bien una gestión fallida.

Sin embargo, en este último caso los parámetros de ese “bien” han de ser necesariamente limitados. Se puede aspirar a acotar el incendio, a preservar en lo posible la imagen de la entidad, pero si bien la mala comunicación puede estropear una buena gestión, la mejor de las comunicaciones difícilmente hará pasar por buena una mala gestión.

Para terminar, una paradoja: ampararse en que se ha comunicado mal un asunto no deja de ser una argucia comunicacional.

Por Juan Manuel Bermejo, consultor sénior en Estudio de Comunicación

@bermejojm

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